domingo, 4 de octubre de 2009

Capaz no tenga nada que ver, pero habian tres comensales en distintas mesas. Era domingo a la noche, y el bar estaba bastante desolado a no ser de estos tres personajes. De lujo, me gustaria aclarar, y yo, por supuesto, viendo todo desde mi mesa junto a la ventana.
Un pelado, un rubio estilo aleman y un morocho. Tres en el bar "El Carpincho" consumiendo. El pelado comía un revuelto de gramajo y bebía un vino que le iba agregando periódicamente soda. El ario, ya había terminado su plato de ravioles al aceite y degustaba su cerveza tirada con aires de satisfacción. Por último, el morocho se estaba comiendo un sandwich de milanesa y lo acompañaba con una Coca-Cola con mucho hielo.
El pelado y el morocho estaban bastante cerca mío y entre sí tambien. El rubio estaba más alejado mirando por la ventana las calles solitarias. Pude darme cuenta que se conocían entre sí los tres o por lo menos entendían que eran tres personas solitarias y por tanto conocían el sentimiento. Un par de veces el pelado le habló al morocho de fútbol. El morocho habló un poco sobre el clima. El rubio no pronunciaba palabra. Me dió gracia la poca ironia que representaba el estado del ario. Representaba fielmente el cliché de los alemanes: frios y tercos.
El primero en pagar fue el morocho. Mientras terminaba la coca y veía por la televisión el noticiero, pagó los $19. Dejando dos pesos de propina, el morocho dejo el bar, quedándome, así, sólo con los otros dos. Nunca me hubiese imaginado que volvería. Bueno, así estaba yo sólo con estos dos personajes y uno iba a morir.
Trazé mi plan cautelosamente. Traté de hacerlo considerando el ambiente alrededor, cada factor debía ser importantisimo. El arma, la acción, el modo. Todo debía cuajar perfectamente.
Capaz con el morocho hubiese tenido tanto varias opciones de mi modus operandi como de problemas al tratar de efectuarlo. Sin embargo, logré encontrar uno que me gustaba bastante: el alemán debía matar al pelado. Eso sí que sería una gran noche, la mejor de todas desde que empecé esto. Desde que rebelé mi magia, el arte de la violencia. A veces no basta con mi influencia, mi tentación al mal, al horror, a la agresividad. A veces soy yo la violencia personificada. Pero bueno, es lo que hago.
Ya sabía cómo debía comportarme asique me acerqué al pelado primero.
— Perdonáme ¿no te conozco yo a vos? —levanté la voz para que el alemán me escuchase también.
— Eh... creo que no.
— Si, yo te conozco de algun lado, posta.
— Mmmm, a mi tu cara no me parece nada familiar.
— Dale pelotudo, posta, te conozco —mi tono dejo de ser familiar.
— Eh, ¿qué te pasa? —me contestó ya un poco cabreado— ¿Qué insultás?
— Dale forro, decíme de dónde te conozco.
El pelado dejó de contestarme. Era corpulento y por su rostro notaba que pelearse no iba a ser la ultima opcion. Al levantarse empujo la mesa hacia mí.
— No te conozco, dejáme de romper las bolas.
— Pero pelado, la concha de tu madre, te tengo de algún lado. Esa cara de idiota que tenés la ví en otro lugar.
— ¿Que decís, taradito? ¿Me bardeás? ¿Querés bardearme a mí?
El primer empujon.
— Pelado puto.
Empujón con más violencia.
— Qué pinta de maricón tenes pelado, eh.
Se desató la furia.
Los golpes me llevaban con mucha rapidez y fuerza. Trataba de detenter algunos pero la mayoria llegaban a su objetivo. Poco a poco fui moviendome hacia atras, hacia el aleman.

Lo publico porq hasta ahi tengo. Capaz lo modifique despues, me costo seguir.

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