jueves, 27 de mayo de 2010

La copa

El hombre llego a la barra y pidio un wishkey pero no le llegó respuesta alguna. Al levantar la vista de su celular notó que no había nadie atendiendo. Poco después de esperar unos segundos, se dió vuelta en busqueda de algún cómplice que le diga dónde se encontraba el hombre, pero en el bar no había nadie. Siempre habían dos o tres personas, por más que sean las cuatro de la tarde. Los mismos borrachos de siempre que atendían a su bebida y nunca faltaban. La música estaba encendida y pasaba rock ochentoso. No entendía la situación. Hasta habían tragos en las mesas, cervezas todavía frías en la barra y un aire espeso por el humo del cigarrillo.
Golpeó la mesada con el puño tres veces.
"Hola, ¿hay alguien?"
Lo único que se escuchaba era la música. No tardó mucho en decidir irse. Seguramente habría otro bar cerca y olvidaría esta mala pasada. Pero a medida que empezó a caminar escuchó una respieracion fuerte en la parte de atrás del bar. La música se había apagado. Era como un jaleo de un hombre agotado y sediento. Una toz de un enfermo. Un suspiro de desesperacion. Un llanto y un grito de ira. Todo al mismo tiempo se podía sentir al esucharla. Provenía de un cuarto que se encontraba detrás de la barra, separado del salón principal por una cortina. Lentamente se acercó pero dejó de escucharse la respiración. Aún asi, su curiosidad lo estaba matando en la mente y decidió avanzar. Se agachó para pasar por la tabla/puerta que separaba la barra y lentamente corrió la cortina.
Vio a un hombre con cabeza de toro sosteniendo una copa. Era robusto y estaba vestido de traje. Su gran cabeza bestial salia de ese cuerpo humano e inhalaba y exhalaba fuertemente por las narices. Se podría decir que el negro oscuro de su pelo y los cuernos de la cabeza, estaban tan impecablemente limpios y relucientes como el traje que llevaba puesto.
Un hombre con cabeza de toro sosteniendo una copa en la mano. Eso estaba viendo. Se refregó los ojos pero Él seguía ahi, respirando y respirando. Observando.
El hombre con cabeza de toro acercó la copa a una canilla inscrustada a un barril acostado en una mesa. La abrió y un liquido rojo y oscuro comenzo a brotar. Llenó la copa hasta el borde. Al quitar la copa de la canilla el liquido siguió cayendo generando un ruido chispeante al chocar con el piso. Extendió la copa como invitando al recién llegado a beber y éste no pudo resistirse. Desde ese momento no pensó nada más que tomar un trago de esa bebida.
Se acercó observandola fijamente, hipnotizado. No le llamaba la atencion el hombre con cabeza de toro, sino se moría de desesperacion al ver la copa. Sentir su presencia. El color era lo más intenso que sentía. A medida que se acercaba y sentia su aroma, experimentaba una sensacion de placer que nunca en su vida habia probado.
Temblando y en éxtasis, tomó la copa y observó de cerca dentro de ella. Pudo ver su vida entera. Al principio pudo ver todos sus momentos felices. Una mezcla de los mejores recuerdos de su vida. Pero derepente, un giro sentimental, como lo que se experimenta cuando un sueño se transforma en pesadilla. Vió uno por uno a todas las personas a las que había hecho daño. A todas las que había lastimado o humillado, traicionado o vendido. Se vió a sí mismo maltratando a esta gente, siendo un hijo de puta con cada una de ellas. Las imagenes no paraban. Iban unas tras otras sin detenerse. No podía más. No aguantaba más.
Desvió la mirada y contempló la gran cabeza de toro ante él. Una criatura enorme de tamaño que parecia agrandarse con cada exahalación pero que luego volvía a su tamaño normal al inhalar. Lo observó a los ojos profundamente y sintió un temor en todo su cuerpo que lo tumbaría si no estuviese tan petrificado por semejante figura.
Sin que el toro moviese la boca, escuchó una voz fuerte dentro de su cabeza que le dijo: "Bebe". Y bebió de inmediato.
La copa cayó al suelo y se partió en pedazos. Los critales estaban limpios. El piso no tenía ninguna mancha. Allí no había nigún hombre-toro. Ningun barril. No había nadie. No hubo más nada.

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